Estimado Luis:

Oigo muchas veces tu programa. Tengo muchas ganas de hablar contigo, pero no lo hago porque sé que mucha gente me reconocería por la voz. Soy extranjera y me acento denunciaría mi consulta. Sufro mucho por el desprecio que me da mi nuera. Nunca hice ningún comentario con mi hijo, pues prefiero que vivan en paz entre ellos. Yo siempre  tuve un sueño de tener una nuera. Cuando eran novios su relación conmigo no era así. Creo que ella se quedó con una espina clavada y nunca me ha perdonado.

Te lo cuento: un día por la mañana, sobre las 8 horas, se presenta ella con mi hijo a casa. Yo nunca le había visto antes. Se presentan, toman su café y pasan para la habitación de mi hijo para dormir, pues habían pasado la noche de fiesta. Aquello para mi fue un impacto grande. Conocer a su suegra en estas condiciones… Pertenezco a otra generación y las relaciones sexuales antes del matrimonio estaba fuera de contexto… Mi reacción fue: cuando se despertaron hacia las 6 horas de la tarde, llamé a los dos y les dije, sin ninguna alteración de voz, que no comulgaba con esta actitud de ellos; que no conocía a sus padres para saber si ellos estarían de acuerdo con tales comportamientos, que ella podría venir a mi casa cuando quisiera para comer, merendar, oír música, hablar, pero dormir NO. A mi hijo no le gustó mi reacción, pero yo fui sincera y les dije lo que yo sentía.

Después de algunos años se casaron, tuvieron dos niñas, mis nietas que las amo mucho, pero mi nuera no es transparente conmigo. Un día, después de comer, le pregunté: «Linda, dime un defecto mío, pues tengo intención de corregirlo». Ella me contestó: «Tú tienes lástima de todo mundo». Lo intenté hasta sacar de mi vocabulario la palabra «lástima» para no molestarla… Pensé que podría ser un problema cultural el tema de la distancia respecto a mi. No siento eso con otras personas de aquí; al revés, me siento muy estimada por vecinos y amigos con los que convivo, inclusive sus padres y sus hermanas. Pero ella no me quiere… siento que no me quiere. Procuro dar toda la asistencia cuando me necesitan; nunca les digo: «no puedo»;  sea para hacer de canguro, planchar, etc. Luis: esto me duele…

Mi marido murió muy joven, con 52 años, dejó mucha añoranza hasta el día de hoy… Es la vida.

Un abrazo grande.

Alicia

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