Raúl me contaba que por miedo no había iniciado el negocio para el que tenía un plan desde hacía años, ni se animaba a viajar a Europa, otro de sus deseos. También por miedo no se atrevía a expresar lo que pensaba o sentía, y decía que sí por agradar a los demás cuando realmente quería hacer lo contrario. Miedo: esa era la justificación de sus limitaciones.
—¡Excusas! —le respondí—. No hay mayor excusa que el miedo, porque ni siquiera sabes a qué le temes. Y si no conoces al enemigo, ¿cómo sabes contra quién combatir?
El miedo se siente en el cuerpo, pero no forzosamente es una emoción. En realidad, es una cadena de pensamientos negativos sobre algo, alguien o uno mismo, que de tanto vivirlos, defenderlos y explicarlos se vuelven creencias firmes y parte de nuestra identidad.
—Yo soy así —alegó Raúl, dando otra excusa—, y como soy así, hay cosas que no son para mí.
—Renunciar a lo que no te gusta es lógico y revela salud mental, pero renunciar a lo que deseas, lo que te mereces y lo que te apasiona sólo porque tienes pensamientos negativos no es sensato ni saludable. Es mejor cambiar tu manera de pensar que tener que vivir a medias. Seguimos charlando, y esto fue lo que le dije a Raúl para ayudarlo a entender y superar sus miedos:
NUESTRA PERSONALIDAD SE REFLEJA EN LO QUE ATRAEMOS
Las personas y situaciones que se convierten en parte de nuestra vida no suelen ser las que queremos, sino las que reflejan nuestra forma de ser. Raúl quería emprender un negocio, pero su personalidad reflejaba miedos arraigados en ciertos pensamientos:
“No puedo hacerlo solo”, “Ya no tengo edad para esto”, “Me resulta demasiado difícil”. Y una de las ideas que más repetía cuando hablaba de sus planes: “Cada vez que empiezo algo, me cuesta terminarlo”. Como estas eran sus verdades, así era su vida. Para que su barco se moviera hacia donde quería, tenía que corregir el rumbo y poner las velas a favor del viento. Debía prepararse para tener experiencias nuevas, confiar en sus fortalezas y aprovechar todos sus conocimientos y habilidades para poner en marcha su negocio.
ELIMINAR LAS CREENCIAS PARALIZANTES
Cuando pensamos que no podemos hacer algo, frecuentemente hay detrás cierta influencia de otras personas. Raúl se dio cuenta de que muchos de sus miedos eran ajenos y que los había hecho propios; provenían de las experiencias de otros, y ni siquiera se atrevía a ponerlos en duda. Otra creencia paralizante era que podría repetir algún fracaso del pasado. Me volverá a pasar lo mismo, se decía. “Los miedos están en la mente, y si sólo son pensamientos, no dudes en cambiarlos hoy mismo”, le dije. “Al menos, cuestiónalos”. Cuando nos preguntamos “¿Esto realmente es así?” o “Estoy absolutamente seguro de que esto es verdad?”, esas creencias pierden fuerza. Confrontemos nuestros miedos con la realidad y los veremos disiparse uno por uno.
APARTAR EL DRAMA DE NUESTRA VIDA
El lastre que nos impide intentar lo que deseamos es el drama: el conjunto de ideas exageradas, prejuicios y conjeturas que moldean y determinan nuestros actos. Si tenemos un plan, pensemos en él con objetividad, sin anticipar contratiempos ni resultados negativos. Cuando Raúl le quitó el drama a su deseo de viajar a Europa —es decir, cuando apartó de su mente los “Pero”, los “¿Y si me pasa…?” y los “Quizá no debería”—, se sacudió el lastre que le impedía hacerlo.
Al final de nuestra charla, le dije a Raúl una frase sabia del pensador chino Confucio: “Como no sabía que era imposible, lo hizo”. Los miedos, efectivamente, son tan reales como queremos que sean.
Fuente: Revista Selecciones.