Hola Luis,

Soy una persona jubilada. No tengo hijos.

Mi bisabuela falleció a los 33 años. También falleció un hijo suyo, ambos de enfermedad. Dejó viudo y una hija pequeña a la que su padre mandó a Barcelona a casa de una pariente. Volvió y se casó. Tuvo dos hijos y una hija. El menor era mi padre. Mi padre tenía 2 años cuando su madre murió.

Mi padre se casó y tuvo dos hijas, yo soy la menor. Cuando mi madre tenía 33 años tuvo que ser operada y le sobrevinieron unas fiebres postoperatorias, yo tenía 2 años y medio. Mi padre revivió el drama con temor. Mi madre salió de aquella. A los 10 años yo tuve la difteria y meses después una pleuresía. Años más tarde tuve un rechazo a un antibiótico. Después mi madre padeció cáncer de mama y mi hermana una enfermedad neuronal.

Por otro lado, cuando yo era una adolescente, me parecía que la gente no se quería, me refiero a las parejas de mi alrededor, que se casaban por obligación necesidad etc. Yo veía el camino largo y deseaba encontrar un compañero para la vida que me quisiera y al que querer. Había terminado la carrera de maestra.

Me pareció hallarlo y me enamoré, no sin tener los pies en el suelo. Somos limitados, imperfectos, perecederos. La historia de él, hasta aquel momento y que yo conocía, era la siguiente:

Su padre falleció cuando él tenía 7 años y su madre lo envió a un colegio de huérfanos de suboficiales. Además de perder a su padre, lo arrancaron de su entorno, sufrió frío, hambre, una pleuresía y abusos. Allí pasó parte de la infancia, adolescencia y parte de la juventud.

Estudió la carrera de medicina pero su formación humana, de persona, no fue muy buena. Además su físico exuberante y determinadas lecturas lo llevaron por caminos que no le beneficiaron.

Nos conocimos a los 15 o 16 años. Él pasaba los veranos en la tierra que lo vio nacer, en casa de su abuela. Unos parientes míos también eran huérfanos de militar y, a veces, salíamos en pandilla. Por mi parte conocía a otros chicos. Terminados mis estudios nos fijamos el uno en el otro pero, no fue hasta que él terminó los suyos cuando empezamos a salir solos. Teníamos 25 y 24 años.

Era buen comunicador, en mi casa apenas había diálogo y solo de cuestiones domésticas. Además tenía cultura. Salíamos mañana y tarde pero él se tuvo que marchar para estudiar la especialidad. Yo lo comprendía pero me quedé apenada. Nos escribimos durante un tiempo hasta que yo le dije que no lo haríamos más, deshice la relación. Me tenía idealizada. Yo no era perfecta. Además, pensé que si en la vida teníamos problemas de salud yo o nuestros hijos, él no sería feliz y quise que fuera feliz pero no se lo dije entonces. Una relación por carta era difícil. Él se lo tomó un poco mal y se desquitó diciendo que creía que ya no sentía ni pensaba como antes y esto me hizo daño. Llegó el verano, nos vimos y dijo que se había querido pegar un tiro pero que sus amigos le dijeron que un clavo sacaba otro clavo. Tres años después vino para el período de milicias y pasó a buscarme unas 6 veces. Seguimos escribiéndonos algunas cartas. Antes y después decía que no tenía vocación de médico. Él ya había terminado dos especialidades y se había instalado en una capital del sur.

Habían pasado 5 años y desde allí me envió una aun más larga que otras y terrible carta. Entre las cosas que ponía dijo que para él las mujeres eran masas de carne sexuada y que lo único que le había pedido a la vida era tener muchas mujeres durante el día y la noche pero que se había hastiado… se declaraba sucio y necio, sin hombría, amorfo… Al final decía que no olvidara contestarle. Me hizo daño y dejó dudas. Yo no le pude contestar.

Cinco años después se cambió de lugar, más cerca. Le escribí pues tenía algo pendiente. Quería decirle por qué deshice la relación. Me contestó contento de haberme reencontrado y yo le envié otra carta, no para rehacer la relación, pero el destino quiso que me la devolvieran por cambio de domicilio y, aunque venía el nuevo domicilio y además me había enviado su número de teléfono, no volví a ponerme en contacto con él. Tres años después se casaba con una chica que había quedado embarazada.

Durante todos aquellos años yo seguí trabajando y empecé a escribir cuentos para niños, y poemas. Quería olvidarlo. Una cosa llevó a otra y luego seguí con estudios, relatos para mayores, investigaciones… Publiqué varios libros y tengo un archivo con gran cantidad de cosas escritas sin publicar, entre ellas poesías. Son libros y escritos, sin grandes ambiciones ni pretensiones, solo para aprender, conocer, aclarar y recopilar para mí y mi entorno. No son perfectos.

Cuidé a mi madre inválida y luego también a mi padre.

Mi salud no es boyante y no sé que hacer con todo lo escrito. Forma parte del entramado, o tejido de mi vida, pero no sé en quien depositarlo. Primero porque es una responsabilidad y segundo porque hay poca gente a mi alrededor capacitada. No me gustaría que todo fuera a parar a un contenedor, o que alguien se aprovechara, ni que se rieran de todo ello.

También están sus cartas, unas cartas en las que se sigue su recorrido, en las que se dan pinceladas de su vida y en las que se ve perfilada su personalidad. Se declaraba misógino; se le veía machista y xenófobo y hablaba de sadismo y masoquismo. Era simpático y huraño a un tiempo; romántico y sensible, (sabía cantar), y al tiempo rudo. Se declaraba falto de amor, necesitaba ser querido. Bueno, muchas cosas más. Se retrata el origen masculino y cuando hay quien solo se rige por este y no por ser primero seres humanos, personas.

Hoy se confiesa para su descargo-dice- que todo se debía a su infancia. Que era inmaduro, inconsciente, poco inteligente. Todo esto indica la gran necesidad que hay de formar a la juventud, de ayudarles a madurar bien, que tomen conciencia de sus actos y desarrollen la inteligencia.

¿Qué hago con lo escrito? ¿Lo destruyo o lo conservo? Espero su respuesta.

Atentamente le saluda. M.

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